domingo, 5 de octubre de 2014

EL CONEJO MAGICO


En un pequeño pueblo, hace muchos años, vivía un niño de 8 años, llamado Eric, que era muy trasto. Tenía pelo rubio y ojos azules y  siempre iba con un viejo peto vaquero. Su hermano mayor tenía 10 años y se llamaba Nicolás. Nicolás era muy listo aunque nunca había ido a la escuela. Él era el más simpático de los dos  y siempre lucía una bonita sonrisa. Tenía el pelo castaño y los ojos azules y al igual que su hermano vestía con un peto vaquero que estaba roído por los ratones. Eran los hijos pequeños del panadero del pueblo y siempre estaban ayudando a su padre en lo que podían: haciendo el pan, limpiando la tienda, limpiando el horno, buscando leña… pero, aunque el trabajo de panadero era muy honrado, pasaban  hambre y había veces que los dos hermanos solo podían comer los panes que se habían caído a la lumbre y se habían quemado.
 Un día su padre los levanto antes de lo que era normal y les dijo que el panadero del pueblo que estaba al lado había enfermado y que no había nadie para preparar el pan, pues no tenía ni esposa ni hijos y además, el pueblo estaba a menos de cinco kilómetros por el camino,  evitando el bosque. No había nada que perder, nadie con los tiempos que corrían diría que no a una oportunidad así. Los dos muchachos se levantaron y fueron corriendo a preparar el pan junto a su padre. Estaban muy contentos porque su padre los dejaría ir  solos al pueblo vecino a vender el pan,  ya que él se tenía que quedar cuidando la tienda. Cuando terminaron de hacer los panes metieron varios  en una carreta de la cual los niños tendrían que tirar. Se despidieron de su padre mientras este le recordaba que no fueran por el sendero del bosque y con unos cuantos besos y abrazos partieron hacia el pueblo vecino.
Por el camino los dos hermanos se fueron turnando llevando la carreta: un rato, la llevaba Nicolás; otro rato, más corto, la llevaba Eric, e incluso hubo ratos en que la llevaban los dos juntos (sobre todo en las cuestas).
 Pasó el tiempo.  Nicolás iba admirando el paisaje y, de repente… se paró. Paró tan de golpe que casi tira de la carreta a Eric, que iba medio dormido:
-         ¿Pero que mosca te ha picado? - Dijo Eric enfadado – casi me caes al suelo
-         Chitón pequeñajo que estoy pensando
-         ¿Cómo que pequeñajo?
-         Mira este es el sendero que se dirige al bosque
-         ¿Y? – volvió a preguntar Eric todavía enfadado
-         Tendríamos que ir por el sendero
-         Pero papá dijo que no fuéramos por el bosque 
-         Sí, pero si vamos por el bosque nos ahorraremos un kilómetro, además, ¿sabes lo supersticioso que es papá?
-         Bueno, tienes razón, vamos por el bosque
Los dos hermanos cogieron el sendero del bosque sin hacer caso de la advertencia de su padre.   Ya habían recorrido un buen trozo del sendero cuando el carro pilló una piedra y se cayó uno de los panes. Eric fue a por él. Entonces se dio cuenta que había algo sujetándolo y rápidamente llamó a su hermano mayor, al cual, casi le da un ataque al corazón. Nicolás, se acercó a su hermano y descubrió que quien estaba sosteniendo el pan era un conejo, pero cuando lo observa detenidamente, se dio cuenta que tenía una boina en la cabeza y que utilizaba una especie de pajarita. El conejo miraba atentamente el pan, pero antes de que Nicolás pudiera decir nada, Eric se le adelantó:
-         Pobrecito, seguro que se ha escapado del circo y que no tiene nada para comer. Podríamos darle el pan, además  ya ha tocado el suelo y tiene tierra.
-         Si no hay otra opción - dijo Nicolás-.
Como si hubiese entendido todo, el conejo empezó a morder el pan y los hermanos se quedaron allí observando hasta que terminó. A continuación, los dos se levantaron, pero al dar dos pasos se dieron cuenta que alguien estaba hablando.  Se dieron la vuelta y, pasmados, vieron como el conejo  decía:
-         ¡Gracias por el pan, humildes hermanos!
-          ¿Acaba de hablar? - dijo Nicolás asustado
-         Por favor, no me interrumpan, odio que me interrumpan… ¡como si no hubieran visto hablar nunca a un conejo!
-         Pero… ¿cómo es que hablas? – dijo Eric
-         Fácil, soy un conejo mágico y como me habéis dado un poco de vuestra humildad yo os recompensaré con tres deseos, así que poneos de acuerdo que yo espero.
Los dos hermanos empezaron a discutir.
Nicolás quería gastar sus deseos en cosas materiales. Con el primer deseo  quería hacer a su padre rico. Con el segundo, quería comprar una buena casa y  con el tercero darle un bonito colgante a su madre. En cambio Eric quería gastar sus deseos en la paz mundial, en una nueva mascota para la familia y en una panadería más grande para hacer más pan. Los dos hermanos cada vez discutían pegando más y más voces hasta que Eric grito:
-         Desearía que por una vez me consideraras parte de la familia.
El conejo que lo escuchó, tiró de su pajarita y se oyó un ruido escandaloso: el deseo se había cumplido pero los dos hermanos no se habían dado cuenta.
-         Yo siempre te he considerado de la familia pero aquí tu eres el problema deseo que me veas como tu amigo además que como tu hermano mayor, dijo Nicolás.
Otra vez el conejo tiro de su pajarita y el deseo se cumplió pero los hermanos volvieron a no darse cuenta
-         Desearía que respetaras mis deseos como  hermano - dijeron a la vez -.
Esta vez el conejo se quitó la boina y simplemente desapareció. Los dos hermanos, inmóviles, se  miraron el uno al otro y se dieron cuenta de lo que había sucedido. Fue entonces cuando volvieron acordarse del pan. Corrieron hacia el carro y pusieron rumbo al pueblo vecino.

SANDRA SANCHEZ CALVO