En un pequeño pueblo, hace muchos
años, vivía un niño de 8 años, llamado Eric, que era muy trasto. Tenía pelo
rubio y ojos azules y siempre iba con un
viejo peto vaquero. Su hermano mayor tenía 10 años y se llamaba Nicolás.
Nicolás era muy listo aunque nunca había ido a la escuela. Él era el más
simpático de los dos y siempre lucía una
bonita sonrisa. Tenía el pelo castaño y los ojos azules y al igual que su
hermano vestía con un peto vaquero que estaba roído por los ratones. Eran los
hijos pequeños del panadero del pueblo y siempre estaban ayudando a su padre en
lo que podían: haciendo el pan, limpiando la tienda, limpiando el horno,
buscando leña… pero, aunque el trabajo de panadero era muy honrado,
pasaban hambre y había veces que los dos
hermanos solo podían comer los panes que se habían caído a la lumbre y se habían
quemado.
Un día su padre los levanto antes de lo que
era normal y les dijo que el panadero del pueblo que estaba al lado había
enfermado y que no había nadie para preparar el pan, pues no tenía ni esposa ni
hijos y además, el pueblo estaba a menos de cinco kilómetros por el camino, evitando el bosque. No había nada que perder,
nadie con los tiempos que corrían diría que no a una oportunidad así. Los dos
muchachos se levantaron y fueron corriendo a preparar el pan junto a su padre.
Estaban muy contentos porque su padre los dejaría ir solos al pueblo vecino a vender el pan, ya que él se tenía que quedar cuidando la
tienda. Cuando terminaron de hacer los panes metieron varios en una carreta de la cual los niños tendrían
que tirar. Se despidieron de su padre mientras este le recordaba que no fueran
por el sendero del bosque y con unos cuantos besos y abrazos partieron hacia el
pueblo vecino.
Por el camino los dos hermanos se
fueron turnando llevando la carreta: un rato, la llevaba Nicolás; otro rato,
más corto, la llevaba Eric, e incluso hubo ratos en que la llevaban los dos
juntos (sobre todo en las cuestas).
Pasó el tiempo. Nicolás iba admirando el paisaje y, de
repente… se paró. Paró tan de golpe que casi tira de la carreta a Eric, que iba
medio dormido:
-
¿Pero que mosca te ha picado? - Dijo Eric
enfadado – casi me caes al suelo
-
Chitón pequeñajo que estoy pensando
-
¿Cómo que pequeñajo?
-
Mira este es el sendero que se dirige al bosque
-
¿Y? – volvió a preguntar Eric todavía enfadado
-
Tendríamos que ir por el sendero
-
Pero papá dijo que no fuéramos por el
bosque
-
Sí, pero si vamos por el bosque nos ahorraremos
un kilómetro, además, ¿sabes lo supersticioso que es papá?
-
Bueno, tienes razón, vamos por el bosque
Los dos hermanos cogieron el
sendero del bosque sin hacer caso de la advertencia de su padre. Ya habían recorrido un buen trozo del
sendero cuando el carro pilló una piedra y se cayó uno de los panes. Eric fue a
por él. Entonces se dio cuenta que había algo sujetándolo y rápidamente llamó a
su hermano mayor, al cual, casi le da un ataque al corazón. Nicolás, se acercó
a su hermano y descubrió que quien estaba sosteniendo el pan era un conejo,
pero cuando lo observa detenidamente, se dio cuenta que tenía una boina en la
cabeza y que utilizaba una especie de pajarita. El conejo miraba atentamente el
pan, pero antes de que Nicolás pudiera decir nada, Eric se le adelantó:
-
Pobrecito, seguro que se ha escapado del circo y
que no tiene nada para comer. Podríamos darle el pan, además ya ha tocado el suelo y tiene tierra.
-
Si no hay otra opción - dijo Nicolás-.
Como si hubiese entendido todo,
el conejo empezó a morder el pan y los hermanos se quedaron allí observando
hasta que terminó. A continuación, los dos se levantaron, pero al dar dos pasos
se dieron cuenta que alguien estaba hablando.
Se dieron la vuelta y, pasmados, vieron como el conejo decía:
-
¡Gracias por el pan, humildes hermanos!
-
¿Acaba de
hablar? - dijo Nicolás asustado
-
Por favor, no me interrumpan, odio que me
interrumpan… ¡como si no hubieran visto hablar nunca a un conejo!
-
Pero… ¿cómo es que hablas? – dijo Eric
-
Fácil, soy un conejo mágico y como me habéis
dado un poco de vuestra humildad yo os recompensaré con tres deseos, así que
poneos de acuerdo que yo espero.
Los dos hermanos empezaron a
discutir.
Nicolás quería gastar sus deseos
en cosas materiales. Con el primer deseo
quería hacer a su padre rico. Con el segundo, quería comprar una buena
casa y con el tercero darle un bonito
colgante a su madre. En cambio Eric quería gastar sus deseos en la paz mundial,
en una nueva mascota para la familia y en una panadería más grande para hacer
más pan. Los dos hermanos cada vez discutían pegando más y más voces hasta que
Eric grito:
-
Desearía que por una vez me consideraras parte
de la familia.
El conejo que lo escuchó, tiró de
su pajarita y se oyó un ruido escandaloso: el deseo se había cumplido pero los
dos hermanos no se habían dado cuenta.
-
Yo siempre te he considerado de la familia pero
aquí tu eres el problema deseo que me veas como tu amigo además que como tu
hermano mayor, dijo Nicolás.
Otra vez el conejo tiro de su
pajarita y el deseo se cumplió pero los hermanos volvieron a no darse cuenta
-
Desearía que respetaras mis deseos como hermano - dijeron a la vez -.
Esta vez el conejo se
quitó la boina y simplemente desapareció. Los dos hermanos, inmóviles, se miraron el uno al otro y se dieron cuenta de
lo que había sucedido. Fue entonces cuando volvieron acordarse del pan.
Corrieron hacia el carro y pusieron rumbo al pueblo vecino.SANDRA SANCHEZ CALVO